23 octubre 2008

A GALOPE SOBRE EL ARCO-IRIS





Sentada en la vieja mecedora del yayo, miro las plantas del patio y las observo un poco desangeladas. Me doy cuenta que algunas están con necesidad de poda y otras amarillean un poco. El calor del verano las ha agostado, pienso. Después, caigo en la cuenta que ha empezado el otoño aunque aquí, en Murcia, aun no nos hemos dado cuenta. Todavía hace calor, pero ya se perciben colores otoñales en el ambiente. Delante de mi ventana, sobre el ordenador en el que escribo habitualmente, apenas hace unos días, podía relajarme contemplando el diferente verde que la luz reflejaba entre las moreras que adornan mi calle y me impedían curiosear a los vecinos de enfrente. Ayer mismo las visitaron los empleados del Ayuntamiento y les fueron cortando, hoja a hoja y rama a rama, los recuerdos cálidos del verano, de las siestas de las vacaciones hechas para descansar, en las que nadie descansa... Las hojas verdes han dado paso a una luz más fría, más limpia, más triste y apagada que deja ver también a los vecinos asomados a la ventana para encender un cigarrillo a escondidas de los reproches del no fumador.
Todos los años igual. Siempre la misma rutina. Cada año vuelve el otoño, cada año repetimos los mismos quehaceres: Se podan los árboles que piden a gritos una renovación, para romper, con nueva imagen, la primavera que vendrá después del invierno, que ahora se acerca; empieza el colegio…Los niños, cansados del ajetreo de los adultos con sus pesadas normas bajo el brazo, anhelan el alegre bullicio de sus amigos y compañeros en el patio de la escuela...
Los adultos siguen con alocado ir y venir preparándose para el invierno. Se deshacen maletas; se guarda la ropa de verano, se saca la ropa de abrigo, nos desprendemos de la que no nos sirve o compramos la que necesitamos, en ese ir y venir también a los grandes almacenes. Y repetimos, repetimos…
El otoño es un tiempo de transición y de preámbulo. Como cualquier estación: Nos despojamos de lo que ya no nos vale y nos preparamos para recogernos a la solana de nuestros hogares, lejos del ruido social…
Mientras tanto, como queriendo hacer invisible el truco de magia transformador de la vida, todo va adormeciéndose; Los árboles desnudos disimulan que forman parte del paisaje; Las plantas ocultan sus semillas para sorpresa de venideras primaveras; La gente huye de los espacios bulliciosos que el verano emborrachó de ruidos y sudor, para volver a renovar su espíritu. Y los colores… los colores, tostados por el ardiente sol del pasado verano, se van convirtiendo en hermosos amarillos, divinos dorados, espléndidos ocres, dulces sienas… y envolviéndose con la tierra, van arropando las semillas que luego se convertirán en un arco-iris de color…!El otoño: Otra etapa más de la vida!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un sitio muy interesante, que pienso recorrer tranquilamente, para disfrutar. Besos, AdelA