27 marzo 2009

PASA EL TIEMPO

¿Quién la habitó? ¿Con quién? ¿Cuánto tiempo la habitaron? ¿La disfrutaron? ¿Fueron felices? ¿La abandonaron o los abandonó? ¿Qué vida se vivió en su interior?... El verde carcomido de sus ventanas me lleva a una pequeña reflexión sobre el tiempo…
La vida está llena de ratos. Unos que pasan veloces, como el tren de alta velocidad, quizá los más felices, porque la satisfacción de lo que te distrae supera a la cadencia del minuto a minuto, del segundo a segundo, de ese tiempo que no sabes cómo ocupar temiendo que en él se instale la temida soledad. Otros pasan tan lentos, que más bien se paran estáticos, parecen una vida pero rozan más la muerte…
El tiempo todo lo invade, como el aire que se respira, sin él es imposible vivir pero no se tiene conciencia que se está enchufado a su cadena…El trabajo y las relaciones con los demás nos distraen del lento agonizar a través del tiempo que no se detiene… Pero éste pasa y envejece todo lo que roza, sean personas animales o cosas, aunque aquellas sean las que aceleren o ralenticen el deterioro que deja el paso del tiempo según cuiden o abandonen el entorno. Y envejece los cuerpos, y les pone la pátina dorada de la añoranza.
Esta ventana también lleva la pátina de la belleza que el tiempo o el abandono ha posado sobre su madera. La encontré en un pueblecito costero de La Manga yendo a pintar con un colectivo de Totana. Me cautivó su abandono, ese abandono misterioso que invita a cuestionarte el alma de sus pasados habitantes