27 abril 2009

CARBONERITA

Me da pereza escribir. Se me bloquean las ideas. Sólo miro y miro esta pequeña obra hecha en unas cuantas horas de sentimientos encontrados, de emociones fuertes, pero contenidas…Y me vienen los recuerdos a borbotones. Al igual que el chorro del grifo abierto a todo gas, imposible de detener el agua que circula por él, los recuerdos salen con tanta fuerza mientras pinto que no los puedo parar. Pintar es un desahogo, pero a veces también un suplicio…
Añoro mi tierra, me duele en el alma esta distancia consentida que voluntariamente provoqué, para no tener que soportar los recuerdos en directo… No quiero respirar el silencio de esa casa, aun más llena de muerte que de polvo; muerte de rezos, de historias, de cuentos, de cariños, de labores, de confidencias, de felicidad, de reproches y de tanto dolor…No soporto sentirme entre sus paredes, pero necesito que siga formando parte de mi vida. Al menos, sabiéndola mía, tengo algo de mi identidad a salvo…
Esta acuarela es la interpretación de aquella ráfaga que mi cámara captó desde el Hospital de La Vega en el que Emilia estuvo un tiempo. Es por estas fechas cuando todas las emociones se concentran y hago examen de mi vida en ese instante, en otros que siguieron, en esta tierra y en las gentes con las cuales conviví en ella, y por supuesto con quien fue mi gente…
“¡Cómo quieres que tenga la cara blanca, si soy carbonerita de Salamanca!”